lunes, 20 de junio de 2011

Goles, corcheas y puntos de giro

Han pasado tres semanas desde que el Barcelona dejó en ridículo al Manchester. El coro mediático al parecer llegó a un consenso, estamos en presencia del mejor equipo de futbol de todas las épocas. Elijan ustedes si quieren maravillarse ante el talento desmedido del combo culé, aunque lo más probable es que ya lo hayan hecho. Yo elijo otro camino: en él encuentro espectadores capaces de aburrirse de tanta perfección. Entre los incontables elogios hubo uno en especial de tintes artísticos de alto vuelo. Estuvo a cargo de Juan Pablo Varsky para cancha llena quien hace una comparación entre el equipo dirigido por Guardiola y una banda musical. Como si cada intérprete del conjunto catalán fuera un músico de jazz aportando su maestría en un jam irrepetible.
Punto a favor para Varsky; en la elaboración del futbol del Barcelona hay una búsqueda estética que permite pensar en un equivalente a una banda de música. Nadie compararía a los jugadores azulgranas con una banda de asaltantes. En cambio esa comparación le viene bien al rival de camiseta blanca. Por lo visto en los cuatro clásicos recientes, Pepe es un carterista atento al menor descuido de un turista, recoge carteras o billeteras con el hambre de quien nada tiene. Neymar lo acompañaría muy bien en esa labor, aprueba el casting como actor natural. Resignado ante la incuestionable posesión del balón del adversario, el Real Madrid le apostó a ese estilo de perseguir, asfixiar y disputar cada bola dividida. Destrucción antes que creación. Ni siquiera eso fue suficiente para evitar el baile al que se vio sometido por la música del conjunto catalán.
Incluidos los aciertos y los errores, la comparación de Varsky permite un análisis a fondo. Hay diferencias claras en cada situación. Un jam implica improvisación relativamente controlada; libre de las ordenes de un pentagrama el grupo de músicos construye las estructuras sonoras que redondeen una canción. En el juego del Barcelona hay una partitura predefinida y reconocible pero tremendamente efectiva pues hasta ahora los rivales ni la pueden imitar, ni contrarrestar con contundencia. El Inter de hace un año se dibuja en el paisaje como una sorpresiva excepción. Los demás rivales han quedado hechizados cuando tienen enfrente al Barcelona. Dice Varsky que en el barza cada uno es solista y pieza de conjunto al mismo tiempo, ahí es donde nace el poder de la analogía. Como fan del jazz considero que hay una ventaja para el jazz en lo que se refiere a improvisación: en el Barcelona la improvisación tiene límites. Mezcla de juego posicional, velocidad en la ejecucion de movimientos, pases y enganches, todo finamente ejecutado. La suma de talentos individuales lleva a un terreno conocido. Goles, títulos, fiesta de los hinchas. En el jazz la improvisación sonora da un resultado que los intérpretes desconocen, dependiendo del talento pueden inventar sin límites, explorar territorios sensoriales novedosos, etc. Bajo el riesgo de sonar demasiado purista hay que advertir que el futbol como arte también tiene lo suyo.

El repertorio del Barcelona incluye posesión del balón cercana a un 70%, record de goleadores y valla menos vencida. El adversario se ve reducido a la peor versión de si mismo. Al ser la misma partitura repitiéndose incesantemente, eso aburre de un modo quizás explicable. Empecemos por admitir que desde que llego Guardiola al Barcelona cada año ha presentado cambios el plan de juego, esos cambios han sido pequeños a partir del cambio de un protagonista por otro, el cambio de apellidos en los casos que los ha habido han representado una evolución para los que elogian al Barca, de ahí que digan que la versión 2011 es mejor que la versión 2009. Para mi de todos modos era mejor ver al baterista funky Samuel Eto’o que al baterista clásico David Villa. Sami improvisaba gambetas fulminantes, cambios de ritmo dentro del área y a veces parecía incómodo con la estructura rígida de sus compañeros, rebelde ante la monotonía marcaba un tempo más agresivo, ponía otro ritmo.
A propósito del ritmo, para un fan de la música puede parecer un insulto la analogía entre Messi y Dizzy Gillespie aun si se la justifica a partir de la velocidad en la ejecución de los actos. Los dos improvisan genialidades pero en ese sentido tratar de comparar a Dizzy y Messi pues… (prefiero silbar y mirar para otro lado).
Llegado este punto, mejor sería cambiar el enfoque argumental. Lo que cansa de Xavi, Iniesta Vila, Pique y Puyol es que nunca sean villanos. Siempre héroes. La historia repetida aburre al espectador de cine ávido de giros dramáticos. El final anticipado le resta interés al desarrollo de la historia, Barcelona es hoy un spoiler bien mercadeado. No importa contra quien juegue ya se sabe que va a festejar después del pitazo final. Hace un año en Suráfrica nos cautivaron historias como la del delantero norcoreano Jong Tae-Se, nacido en Japon con nacionalidad surcoreana, desde el 2006 adepto del régimen comunista de Kim Jong Il, traidor para los nipones y contradicción personificada para Corea del Norte el mundo lo conoce cuando antes de enfrentar a Brasil se le ve llorando con el himno del país que siente como suyo. O el caso del asesor financiero Andy Barron quien integraba la selección de Nueva Zelanda en su condición de futbolista amateur y se tomaba vacaciones para jugar el Mundial, sorprendiendo a sus compañeros de trabajo que ignoraban todo al respecto. Ahora es tiempo de que aparezcan otras historias y la responsabilidad queda en manos del Mundial sub 17, del sub 20, ,la Copa America y el fútbol local. Anhelamos ver equipos que evolucionen y se acerquen a la magia de una banda de jazz, pero también anhelamos ver los dramas de lo que no lo lograrán.