


Barcelona lo hizo ver fácil. Eto'o apareció cuando más lo necesitaba su equipo; después Iniesta y Xavi se adueñaron del balon. Faltaba la cereza del postre y no pudo ser más sorprendente; con un cabezazo de Lionel Messi que desafió la lógica. Leo, con 1,69 metros de estatura, rodeado de centrales que le superan por 20 centimetros, se sostuvo en el aire y acomodó la bola donde quiso. Historia sellada, éste se recordará como el año en que Manchester perdió su primera final y Barcelona ganó todo lo que se cruzo en su camino.
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